septiembre 07, 2008
Sahara Occidental: el verbo saharaui conjugado en el presente; Beatriz Martínez
Dicen que el contencioso sobre el Sahara occidental ha durado 33 años. ¿Es acaso que ya no hay refugiados saharauis en Argelia? ¿Han parado, ¡por fin! las sistemáticas violaciones de los derechos humanos en el territorio del Sahara occidental ocupado por Marruecos? Ni aunque fuéramos iletrados todos los habitantes del planeta, estaríamos en condiciones de responder que sí.
Quienes desde la legitimidad atribuida a los actos de poder de las élites hegemónicas sitúan en tiempo pasado hechos violentos que conforman nuestro presente, corren un triple riesgo. A corto y medio plazo, por un lado, perder la credibilidad pública de sus relatos, que gracias al pábulo y la aureola con que los medios de información y comunicación envuelven sus palabras acabamos desconfiando de lo que nos cuentan y finalmente los clasificamos como un producto más de ficción. Por otro, al ocultar la voz de los protagonistas directos de la realidad de la que se habla se está exonerando a los concausantes de la violencia que sobre ellos se ejerce. Finalmente, tratan de imponer su verdad a toda costa, pero no quedan libres de que los subalternos, en justa defensa, estampen en el rostro de sus legítimos dueños la violencia que ellos mismos han generado. A largo plazo nadie sabe a ciencia cierta qué puede ocurrir. La correlación de fuerzas en el tablero de juego del poder no siempre es la misma.
Cuando los funcionarios de los organismos internacionales encargados de contribuir a la paz mundial comparten los intereses de los violentos, nos encontramos una vez más, frente a otra ya cansina e insultante sentencia reductora de algún pueblo a la nada. La condena que se impone, en el caso del Sahara occidental, es la de los colaboradores de los cuatreros, gratuitamente hecha fuera de la ley (Resolución 1514 de la A. G. de las NN.UU., resoluciones 658, 690 y 1495 del Consejo de Seguridad) sin juicio previo, que condena a los saharauis a ser un grano en la arena en la hamada de la globalización.
El efecto de verdad que se persigue materializar entre el común de las gentes es que no existe un presente saharaui pujante y combativo en multitud de frentes. Por eso insisten, a pesar de las lacerantes críticas, también no saharauis, en lo errado de sus planteamientos. Siguen adelante porque sus pretensiones son las de hacernos caer en la trampa de que existen razones ‘históricas’, que combinadas con la esencia pragmática de sus postulados políticos acabaremos todos dando por legítimo el uso arbitrario e indiscriminado de la intimidación, que pasa a ser llamada solución consensuada del conflicto.
Afirman que “el largo y complejo problema del Sahara” es un problema insoluble, pero que con voluntad política podría resolverse. Como si durante los 17 años que dura el alto el fuego entre la RASD y Marruecos no hubiera existido la madura e inquebrantable voluntad política en el espacio del Sahara occidental, el exilio y el refugio en la hamada de alcanzar un futuro respetuoso con la libre expresión de las poblaciones en este escenario de conflicto de la ex colonia española, con la escrupulosa y limpia lectura, además, del Frente POLISARIO de los acuerdos al más alto nivel para alcanzar el referéndum pactado, con el fin de que se pueda, podamos todos, escribir sólo una línea en la historia de la humanidad con el alfabeto de la justicia y la tinta de la libre expresión de las voluntades, con la satisfacción de escribir nuevos versos de la madera con la lengua universal de la paz que es la que entendemos quienes verdaderamente la construimos.
Recordar. Hay que hacer recordar a cada instante que el referéndum pactado no responde a los arbitrarios deseos de autoafirmación de un ‘otro grupo étnico’ en detrimento de otros, ni a la imposición de una sola posible salida al único territorio africano pendiente de descolonizar con la independencia plena, pues en este heterogéneo mundo en el que cabemos todos existe un pequeño y amante lugar en donde es posible que la generosidad sea amplia e inteligente, aprendiendo y enseñando todos los días a sobreponerse al dolor del asesinato, sabiendo cómo mantener lazos fuera de sí mismos porque en ello les va la unión con los suyos, comprendiendo a carta cabal que recuperar la esperanza pasa por cobrar plena conciencia de que nos necesitamos[1]. Así es como en la dinámica de la solidaridad internacional que mantenemos con los saharauis se intenta colar por la gatera el riesgo que supone dar falsas esperanzas al Polisario, esperanzas dadas por quienes pensamos que no era ético esperar que el Polisario aceptara la realidad política, la de Marruecos, claro; los saharauis, según esta lógica, no disponen de realidad política con la que ‘consensuar’ porque no conforman un Estado a imagen y semejanza de lo considerado como tal por occidente. Son un ‘grupo subalterno’ y en inferioridad de condiciones para ejercer la política en plano de igualdad, por tanto, si los estados que conforman el Consejo de Seguridad no suelen debatir los factores políticos, ¡cómo van a poder hacerlo los saharauis a través de sus instituciones! Pero el Consejo de Seguridad, como organismo autónomo, supuestamente ajeno a los intereses de cada Estado-nación, no tiene más remedio que tener en cuenta la realidad política para alcanzar resoluciones que no conculquen la legalidad internacional, queda por arte de magia transformado en el garante de la paz porque ejerce la patria potestad sobre los pueblos ‘menores de edad’ a los que no se les puede dejar de tutelar, precisamente porque ha de garantizarse la seguridad internacional. En este juego entre el ratón y el gato, lo que al final se nos mete por la gatera son ejércitos reales armados hasta los dientes que sustituyen a los factores políticos si bajamos la guardia. Por supuesto que la hegemonía no lo dice con esta claridad, porque el lenguaje del poder antidemocrático, si no es perverso, no es tal. El asunto, entonces, se expresa en términos como el que sigue:
Los potenciales factores políticos pueden ser, por ejemplo, el miedo al efecto desestabilizador de una acción coactiva, la seguridad de que reparar una injusticia 33 años después pueda reportar nuevas injusticias, o la renuencia a contribuir a la posible creación de un Estado fallido.
¿Es que sólo los saharauis saben que las opciones políticas del referéndum son tres: la independencia, la integración en el reino de Marruecos y la autonomía? El ex enviado personal del secretario general de Naciones Unidas para el Sahara occidental, Peter van Walsum, parece que no se ha enterado todavía. Quizá sea porque mientras ocupó el cargo no se ha contentado con expresar con absoluta libertad sus opiniones personales en la prensa, por mucho que el diario El País afirme lo contrario. Por mucho que le arropen los medios de comunicación diciendo que ha tenido que tirar la toalla. No, miren ustedes, la verdad es que el Secretario General de la O.N.U. no le ha renovado el mandato. Por supuesto que el máximo representante del POLISARIO le ha recusado, pero siendo políticamente miembro de un grupo ‘étnico’ menor de edad, la responsabilidad de la no permanencia en el cargo no recae sobre Mohamed Abdelaziz, sino sobre las declaraciones voceadas a los cuatro vientos por Walsum de que la solución menos laboriosa es la de que el Polisario pudiera contemplar una hipotética solución negociada que no fuera la independencia total.
Cuando quien media en un conflicto ofrece a una parte la ‘opción’ de claudicar sin razones razonables, afirmando que si en algún momento futuro el Polisario está dispuesto a examinar esta posibilidad, espero (...) que presente su propia propuesta global de autonomía, no puede hacer recaer la responsabilidad de agravar el bloqueo y de perpetuar el statu quo en quienes pudieran contribuir a crear un Estado fallido. Este argumento ya no es posible hacerlo real, ni en los territorios ocupados, ni en los campamentos de refugiados, ni entre el movimiento de solidaridad con el pueblo saharaui. Quienes confunden al pueblo con el Estado no se ha tomado la molestia de conocer la grandiosa y modesta aportación del Frente POLISARIO y del pueblo saharaui a la construcción de la democracia participada por un pueblo. Porque quien hace largo el esperar y complejiza los problemas políticos de tal forma que empuja a intentar hacerlos insolubles, muestra una actitud, en la actual situación poscolonial en la estamos, propia de un chiquillo consentido y malcriado al que hay que ayudar a descolonizarle la cabeza de la idea de que el antojo injustificado puede conseguirse por cualquier medio. Es sano contribuir a la paz internacional con el aprendizaje de ajustar la realidad a lo posible sin rebasar los límites del respeto, pues las falsas esperanzas son fuente de frustraciones, impotencia y amargos sinsabores. De esta cuestión los saharauis son maestros expertos.
Porque hay que se claros cuando tomamos decisiones. El largo y complejo problema de la descolonización del Sahara occidental tiene planteadas ya soluciones realistas para la coexistencia pacífica. No son otras que las formuladas por el Frente POLISARIO que cuentan con un abrumador apoyo internacional, apoyo que no dispone la propuesta de una hipotética autonomía en un estado sin autonomías dentro del reino alauita.
Si algún día esta autonomía se impusiera por la vía de la violencia y la coacción antidemocrática seguirán y seguiremos defendiendo el derecho de los pueblos a la autodeterminación. Pero en ningún caso abrigando la idea de que reparar una injusticia traiga consigo más injusticia. Al contrario. Desde hace 33 años la RASD es un ejemplo vivo sobre uno de los pocos estados, a pesar de que las fuerzas hegemónicas actúan en su contra, más exitosos del siglo XX y de lo que llevamos del XXI.
¿No será que lo que está aumentando es la sensación de que cuanto más se acosa al pueblo saharaui más se acerca el futuro de la independencia en el presente? Si plantear la aceptación de la autonomía por los saharauis pasa por afirmar cosas como la plasmación de garantías sólidas, avaladas internacionalmente, de que en el futuro no se revoque el acuerdo constitucional pactado o de que, aduciendo razones de seguridad nacional, no se vayan socavando gradualmente derechos civiles como la libertad de expresión en Marruecos, es que todo está cambiando por momentos y que la comunidad internacional, si en ella incluimos las sociedades, apoyará con mayor razón y firmeza la lucha de liberación saharaui que, hoy por hoy estamos convencidos, no tiene todavía fecha de finalización, incluso aun después de la celebración del referéndum legalmente pactado.
Beatriz Martínez Ramírez; Socia del CAUM, Club de Amigos de la UNESCO de Madrid.
Alcalá de Henares, 4 de septiembre de 2008.
*Ver otros artículos de la autora:
Las argucias del colonialismo español en el Sahara Occidental
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[1] Uno de los lemas del CAUM, Club de amigos de la UNESCO de Madrid.Etiquetas: Beatriz Martínez, Opinión, Política