diciembre 18, 2007

 

Hijos de desaparecidos en el Sáhara declaran ante el juez Garzón

EL PAIS. "Es un día histórico para nuestro pueblo", afirmaron en la Audiencia

N. JUNQUERA - Madrid - 18/12/2007

Salieron triunfantes, haciendo el signo de la victoria, con grandes sonrisas y ligeras chilabas en la mañana más fría de este invierno. Pero la treintena de simpatizantes que había aguardado estoicamente en la puerta de la Audiencia Nacional durante más de tres horas corrió a abrazarles con su bandera, la saharaui.

Cuatro de los 542 hijos de desaparecidos saharauis desde 1975 -el año que España abandonó el Sáhara- acababan de describir el último día que vieron a sus padres ante el juez que instruye la querella por genocidio contra 13 altos cargos de la gendarmería marroquí, Baltasar Garzón.

"Es un día histórico para nuestro pueblo. Jamás pensamos que llegaríamos hasta aquí después de 32 años", explicó, emocionada, Houria Ahmed Lemaadel, hija de un soldado saharaui del ejército español al que nunca conoció: "Desapareció el día que nací. Nunca supo si había sido niña o niño".

"Es la primera vez que la veo contarlo sin llorar", aclaró al salir del juzgado Ali Oumar Bouzaid, otro de los querellantes, también hijo de desaparecido. "Estaba muy nerviosa intentando aguantar las lágrimas, pero él [Garzón] fue muy amable. Se sentó frente a mí y me tranquilizó mucho", añadió Houria.

La querella por genocidio, presentada en septiembre de 2006 y admitida a trámite el pasado 29 de octubre por Garzón, documenta la muerte por torturas de 56 saharauis en cárceles y enumera a cientos de desaparecidos. Los querellantes aportan como pruebas los testimonios de presos liberados. En algunos casos, el testigo es un niño: "Mohamed Mulud Baba-Hamu, DNI español B-1202171, secuestrado en marzo de 1976 en la región de Daora por la Gendarmería Real junto a su hijo de 10 años, Mulud. Éste, liberado en 1978, confirmó que su padre había muerto a causa de la tortura", recoge la querella.

Omar Heiba Meyara, otro de los querellantes, regresaba anoche a su casa de Bermeo (Vizcaya) pensando que iba a tener que darle la razón a su hijo pequeño, de 11 años: "El otro día salió Garzón en la tele y mi hijo gritó: '¡Papá, corre, es tu amigo!'. Y la verdad es que iba muy nervioso pero en cuanto me he sentado delante del juez he tenido la sensación de estar delante de un amigo", afirmó Omar.

"Hoy, el juez nos ha regalado un poco de esperanza. Estaremos eternamente agradecidos a la justicia española que investiga los genocidios. Todavía podemos encontrar a nuestros seres queridos", añadió Fatimetou Moustafá, hija de desaparecido.

"Lo secuestraron en la avenida de Franco, hoy de Mohamed VI..."

NATALIA JUNQUERA - Madrid - 18/12/2007

"Fue mi hermano mayor, que entonces tenía 6 años, el que explicó lo que había pasado. Aquel día, 10 de julio de 1976, estaba con mi padre en el comercio que tenía en la avenida de Franco, hoy avenida de Mohamed VI, en Smara. Le dijo a mi madre que papá le había enviado a casa porque se lo llevaban dos gendarmes.

Y mi madre supo que no lo volvería a ver porque para entonces ya habían desaparecido en la ciudad otros 40 vecinos y amigos", relató ayer a EL PAÍS Ali Oumar Bouzaid, uno de los querellantes por genocidio contra 13 gendarmes marroquíes, tras declarar ante el juez Baltasar Garzón.

Al igual que los otros tres hijos de desaparecidos saharauis que declararon ayer en la Audiencia Nacional, Ali no recuerda a su padre más que por alguna foto mostrada ayer ante Garzón como un tesoro. Recuerda con detalle, sin embargo, cómo transcurrió su vida a partir de su desaparición: "Era el cabeza de familia y un cuerpo sin cabeza es como un cuerpo sin vida. Yo dejé el colegio, con 6 años, y me puse a trabajar en lo que podía para ayudar a mi familia, buscando metales en la basura para venderlos, de ayudante de mecánico...".

La madre de Houria Ahmed estaba dando a luz el día que desapareció su marido. "Nací en el medio del desierto, cuando huíamos al sur después de la invasión marroquí. Mi padre había ido a por más provisiones para el camino pero no volvió". Tampoco Fatimetou Mustafa,recuerda a su padre: "Tenía tres años cuando se lo llevaron. Ahora, casi 32 años después, sólo quiero verlo y conocerlo si está vivo. Y enterrarlo y rezarle si está muerto. Necesito conocer la verdad por muy dura que sea".

Han pasado casi toda su vida en los campamentos de refugiados de Tinduf hasta que hace pocos años se instalaron en Jerez de la Frontera o Bermeo en busca de una vida mejor. "Mis hijos hablan un euskera perfecto", presume Omar Heiba, de 42 años. Pero, las comodidades, insisten, no han conseguido que olviden las décadas de sufrimiento en Tinduf: "Mi hermano pequeño se murió de hambre y de falta de medicinas un año después de que desapareciera mi padre", recuerda Fatimetou. "Mi familia se rompió cuando tuvimos que huir. Nunca volví a ver a mis hermanos, que vivían en casa de la segunda esposa de mi padre", explica Omar.

No sólo perdieron a sus padres. Durante años, y así queda recogido en la querella por genocidio que han presentado ante el juez Garzón, vieron desaparecer a familiares, vecinos y amigos, a los que, a veces, también veían regresar. "Cuando mi hermana volvió a casa después de tres meses de secuestro apenas comía o hablaba. La habían torturado y tenía muchos golpes. Yo había visto cómo se la llevaban. Estaba jugando en la calle y dos gendarmes se bajaron de una furgoneta que ponía Compañía Móvil de Intervención. Me obligaron a llevarles hasta mi hermana", recuerda Omar.

"Después, la policía se llevó varias veces a mi hermano y le torturaron. La última vez que fueron a buscarle, les dijo: 'Prefiero morir aquí a volver con vosotros'. Y le dejaron vivir".

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