abril 21, 2007

 

He regresado, y de nuevo en mi exilio escribo desde la Península Ibérica viendo la distancia que me separa de la comisura del labio de África donde mi tierra usurpada roza mi alma exiliada.

Walt Withman, en su obra “Canto a mí mismo”, escribió estos versos que me llenan de esperanza en volver algún día a ver mi desierto, mi casa, el colegio al que me llevó por vez primera mi madre a matricularme hace más de tres décadas.

(…)¡Vamos, alma mía!, ¿no ves el designio de Dios desde el comienzo? / La tierra, para ser recorrida, para ser cubierta de redes, / (…)Los océanos, para ser atravesados haciendo cercano lo lejano, / Los países, para ser unidos unos a otros.

Entre el Sahara y California son más de veinte mil kilómetros, pero nos unió el poder de la palabra, el don de la imaginación, la franca amistad, la prosa forjada en las sabanas de Tiris y las frescas cordilleras de Zemur.

Y de hecho ya hemos recorrido más de treinta años, siempre abriendo caminos y sembrando confianza en el futuro sin importarnos las distancias que nos separan del anhelado regreso y la vuelta a las dunas que nos vieron nacer.

Leyendo estos versos me ciño a ellos viendo el designio de la naturaleza que nos lleva con la darraa y la melhfa atravesando los grandes océanos, los continentes, para implorar en la América de Walt Withman, en nuestro hasania y castellano del desierto, a la tierra que dejé de niño, que hoy en silencio cívicamente lucha presa detrás de los muros que nos separan.

Y allí nos encontrábamos con el verso misionero de mi tierra sahariana, como lo hizo en siglos pasados Fray Junípero Serra con su Biblia. Nunca pensé que cantaría mi desierto, con sus dunas, con su gente, con sus miles de historias, mis raíces de beduino y mis tragedias, a un mosaico heterogéneo de razas, de religiones, la paleta de civilizaciones, desde la tierra de las golondrinas, California.

Para ello atravesé el Canal de la Mancha, el Océano Atlántico, la bahía de Ungaya, Groenlandia, Toronto, la bahía de Hudson donde Withman canto su patria, el River Mississippi y cuando ya estaba volando Denver divisé el desierto de Mojave. Me acompañaron estos versos:

(…) y si sigo en mi destierro quiero / que sepas / que esa hermosa mujer eres tú, / y ese refugio donde descansa / mi corazón eres tú. / Bahia M. H. Awah

La tierra que dejé atrás, a más de veinte mil kilómetros es mi querido Sahara, mi usurpado desierto en sus tinieblas de dolor, pero grato en mi alma su ritmo de vida beduina está latente como nunca en mi corazón.

Me siento colmado porque de mi Sahara hablamos a centenares de universitarios, historias, vida, literatura, dificultades, injusticias, anécdotas, también escucharon cómo nuestro verso le canta en su alegría, le llora en sus tragedias y condena sus injusticias.

Dejé en la cálida tierra del Pacífico sembrada la semilla de amistad que perdurará mientras que en sus balcones cuelguen las golondrinas de San Juan Capistrano, y mientras en mi desierto azoten los sirocos de la primavera.

Y en América también se quedó esa amistad cristalizando con África, nuestra tierra sahariana: Samy, Mary, Michelle Hamilton, Jill Robinson, Ngugi Wa Thiong'o, Pamela Marshall y muchos más, nos habéis robado el corazón a los misioneros del verso saharaui.

Los escritores y poetas saharauis creemos en vuestra amistad como en la fuerza de la palabra que nos condujo a vuestras jaimas universitarias en los campus verdes que rebosan vida de Irvine, San Diego y en las familiares vidrieras andalusíes de UCLA.

Volveremos con la razón en mil historias de nuestra badia a cantar versos en vuestros campus, queridos amigos estudiantes y académicos. Nuestras jaimas y nuestra cultura en el Sahara os esperan para compartir tantas historias que contamos en las noches de luna llena a nuestros huéspedes en el desierto.

(…) En la frontera / cerca de su corazón, / Corazón de la Pluma / me escribió: “Ven a mí, / ven a nuestro frig; / porque, sabes, / ya calló la lluvia”. / Limam Boicha

Recordando los momentos que hemos pasado con vosotros, la mejor manera de hacerlo son esos instantes que inmortalizamos con una cámara digital. Quedará inscrita en la historia de nuestro pueblo vuestra amistad y simpatía. No os olvidaremos:

Bahia M.H.Awah. Escritores saharauis. Generación de la Amistad


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